viernes, 28 de diciembre de 2007

Lo de Herodes fue una broma

La Verdad
28.12.2007
Lo de Herodes fue una broma
GARCÍA MARTÍNEZ

Los inocentes ya no están de moda. Su festividad (que se celebra, aunque sin celebrarse, hoy mismo) discurre sin pena ni gloria. Hasta hace poco, la broma/inocentada aún tenía vigencia. No tanto entre las personas como en los medios de comunicación.

La inocentada siempre fue como un poco tonta. Se nos contaba desde los periódicos algún suceso inverosímil y al día siguiente lo desmentían. Pero, en estos tiempos tan revueltos, nada es ya inverosímil. Sobre todo desde que se cargaron con sólo dos cachetes las Torres Gemelas de Nueva York.

Ahora ya nadie gasta inocentadas a nadie. Lo más terrorífico que se pueda imaginar nos lo trae la actualidad un día sí y el otro también como hecho real. La matanza de niños que, según cuentan, perpetró Herodes, esa sí que se mantiene. Y no sólo una vez al año, sino diariamente. Lo del rey aquel de Judea casi fue una broma en comparación con lo que sucede hoy.

Sin solución de continuidad, siguen muriendo niños inocentes a cada momento. En Irak, en Palestina y en diversos países africanos, por señalar únicamente lo más notorio. Son las víctimas, como si dijéramos, pasivas. Los críos que están jugando en la calle, o los que han ido a hacerle un mandao a su madre, o incluso los que están dentro del aula para hacerse hombrecicos y, mucho antes de eso, terminan muertos.

Y luego tenemos los llamados niños soldado, y los que mandan a que despejen el terreno de mortíferas minas, y aquellos otros a los que se les pone un cinturón de bombas para que se suiciden, haciéndolas estallar allí donde haya más gente, como son los mercados o la cola del autobús.

Mientras tanto, nosotros estamos encantados en la reserva de los países ricos, cantando el Noche de Paz. Por entonces había sólo un Herodes, pero hoy te los encuentras a mogollón a la vuelta de la esquina. Aquel purpurado mató porque temía que un recién nacido le robara la corona. Era su justificación. Ahora, en cambio, no tenemos ni siquiera una mala excusa.

Quizás deberíamos resucitar la vieja conmemoración. No para gastarnos bromitas insulsas los unos a los otros. Sí, en cambio, para asumir nuestra parte de culpa en una matanza de niños que dura ya más de veinte siglos.


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