jueves, 28 de mayo de 2009

¿DÓNDE ESTÁ EL DINERO?

¿Dónde está el dinero?
Hace unos meses nos sentíamos un país rico y poderoso. España era la séptima u octava potencia económica mundial. El dinero fluía por todas partes y el consumo iba viento en popa. Pensábamos que ya éramos parte de la Europa rica. Incluso hubo un tiempo en que nos sentíamos tan ricos y potentes como los norteamericanos, a quienes podíamos ayudar en una guerra absurda y lejana. De repente, no sabemos cómo, nos encontramos inmersos en una crisis económica global. De la noche a la mañana quiebran bancos y empresas y el dinero desaparece. Sólo podemos contar con nuestro salario, otros muchos lo pierden, y una sensación de zozobra e inquietud recorre el mundo. En esta coyuntura, las empresas comienzan con restricciones, reestructuraciones y cierres. En España más de tres millones y medio de personas van al paro. ¿Cómo pueden cambiar tanto las sociedades de países desarrollados en tan poco tiempo? Todos sabemos que el dinero que antes corría como un río caudaloso, ni se ha quemado, ni se ha roto. Ha desaparecido de la circulación por miedo, con el objetivo que siempre tiene el dinero: multiplicarse y producir beneficios. Sólo reaparecerá cuando haya seguridad de obtener réditos cuantiosos y comprar bienes y servicios a bajo precio, y si el panorama no gusta vuelta a desaparecer. Para estos especuladores, la crisis es momento de acaparar aprovechándose a precio de saldo del trabajo de muchos que, por este terremoto económico, se ven arruinados.
En los últimos 20 años nuestro sistema económico ha cambiado el valor del trabajo por el valor del dinero. El predominio del capital financiero, tan necesario para crear empresas, se ha globalizado y ya no puede ser controlado por los gobiernos. Esto hace que los movimientos de nuestra economía sean incontrolables e impredecibles entre los periodos de vacas flacas y gordas.
Ante este sombrío panorama tenemos que levantar la enseña de la esperanza y la solidaridad. Mientras llega la recuperación hay que defender a los más afectados, garantizándoles una renta básica y los derechos de salud y educación. Determinadas medidas del Gobierno de la Nación y de nuestro Gobierno Regional han sido acertadas. Tal es el caso de las ayuda de 420 euros a los parados que, habiendo cotizado 180 días, ya no perciben subsidio y carece de otros ingresos familiares.
Garantizar hoy los derechos humanos básicos de alimentación, agua, luz, educación, salud, etc., supone un autentico reto. Para ello tiene que volver a circular el dinero, de una u otra forma tiene que ser compartido. Dejarlo dormido en las bóvedas de algún banco generando intereses, es un pecado social que genera más sufrimiento y muerte que otros temas que diariamente están en los medios de comunicación. Unas 500 empresas transnacionales controlan más del 60% de la riqueza mundial y dan empleo al 5% de la población. Algunas de ellas tienen presupuestos que superan la riqueza de más de la mitad de los países. El dinero, o cumple una función social o genera una injusta acumulación a costa de la pobreza de otros, de su inseguridad y sus sufrimientos.
Hay otras formas de vivir. Los Hechos de los Apóstoles describen el modo de organización a la que debiéramos aspirar todas las personas, todos los grupos sociales: vivían como hermanos/as, tenían un solo corazón y una sola alma, no tenían nada propio, ya que todo era comunitario; vendían sus propiedades, el dinero lo ponían en común y cada uno recibía según su necesidad; vivían con alegría y sencillez. Ésta es la utopía del reino de Dios ofrecida a toda la humanidad que, por cierto, los cristianos practicamos poco. Sin embargo, muchos grupos están tejiendo una red social en base a esta ética que, antes o después, dará sus frutos de múltiples formas sociales. El apoyo entre los miembros de una misma familia está siendo fundamental en estos momentos críticos y supone una señal de que otra forma de vivir el dinero es posible.
Todo tiene un límite, y la cuerda de la desigualdad tiene un poder limitado de resistencia. Tanta injusticia está rompiendo la convivencia y los pueblos empobrecidos, de una u otra forma, se rebelan en contra de que unos pocos tengan tanto y otros carezcan de lo básico. Por ello, aunque muchos piensen que hablar de una ética de solidaridad y comunión de bienes es una utopía, sólo la desaparición de la codicia, el fomento de la solidaridad, el ejercicio de la generosidad, la audacia para transformar el sistema económico imperante en otro que erradique la pobreza en el mundo, pueden llevarnos a una sociedad de felicidad y paz.

Juan Ramírez Puche, en nombre de las Comunidades Cristianas de Base de Murcia