viernes, 27 de noviembre de 2009

Las causas de la pobreza mundial
Por Vicenç Navarro

El día 17 de octubre fue el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, lo cual fue motivo de un elevado número de conferencias sobre la pobreza, que por unos días fue un tema visible en los medios de comunicación más importantes del mundo, aún cuando en España tal visibilidad fue limitada. En los países desarrollados se acentuó, una vez mas, la necesidad de "ayudar" a los países pobres, incluyendo el envío de alimentos y fondos. También se acentuó en varios foros internacionales la necesidad de transferir conocimientos y nuevas tecnologías de los países ricos a los países pobres, para incrementar la productividad de sus sectores agrícolas, los más importantes en sus economías.


Esta atención mediática del tema pobreza se repite, año tras año, por estas fechas. Y mientras, ocho millones de niños mueren al año de malnutrición (uno cada dos segundos), el equivalente de los muertos que causarían 43 bombas atómicas –cada una como la lanzada en Hiroshima–, bombas que explotan cada año sin producir ningún ruido. En realidad tal número de muertos forma tanta parte de la realidad que nos rodea que ni siquiera aparecen en la primera o última página de los rotativos más importantes del mundo.


Lo que hace moralmente intolerable esta situación es que desde el punto de vista científico sabemos cómo resolver tanto el problema de la pobreza como sus consecuencias, de las cuales el hambre es la más dramática. Y la situación paradójica es que la pobreza no se debe a la falta de recursos. En realidad, el planeta tiene suficiente tierra fértil para alimentar diez veces a la población hoy existente (FAO, 2008).


En los países económicamente desarrollados, los estados están incluso subvencionando a los agricultores para que no produzcan más alimentos. Pero lo que es aún más intolerable es que se llame a estos países pobres, cuando no lo son. Los países así llamados tienen poblaciones predominantemente pobres, pero los países en sí no lo son.


¿Por qué entonces se produce y reproduce la pobreza? Si analizamos el país más pobre del mundo (hay una larga lista de candidatos a tal distinción), veremos que las raíces de la pobreza son fáciles de ver, si quieren verse. El diario The New York Times, de orientación liberal, que publica de vez en cuando algunos informes que no encajan en tal sensibilidad, escribió uno sobre la pobreza en Bangladesh, uno de los países que se puede identificar como más pobre (24-11-05). Tal informe estaba escrito por un grupo de economistas que habían visitado tal país. Entre sus muchas observaciones destacaban las siguientes: "Las raíces del problema de la pobreza en Bangladesh están en la enorme concentración de la tierra (el mayor medio de producción en una economía agrícola) en aquel país. Sólo el 16% de la población rural controla dos terceras partes de toda la tierra cultivable, mientras que el 60% de la población tiene sólo un acre". Por otra parte, el informe añadía que "la introducción de las nuevas tecnologías –como nuevos fertilizantes– acentúa todavía más la polarización en la propiedad de la tierra, pues sólo los grandes propietarios pueden tener acceso al crédito y a otros factores necesarios para poder explotar y utilizar nuevas tecnologías".


En cuanto a la "ayuda" que proviene del exterior, el informe señalaba que "los propios oficiales encargados de la ayuda a los necesitados en Bangladesh reconocen (en conversaciones privadas) que sólo una fracción minúscula de los millones de toneladas de alimentos que llegan al país, como parte de la ayuda exterior, termina en las manos de las familias hambrientas que lo necesitan. Los alimentos del exterior los canaliza el Gobierno, quien los vende a los militares, a la Policía, a las clases medias de las ciudades…". El informe concluía que "el enorme potencial productivo de tierras enormemente fértiles es tal que Bangladesh podría alimentar a una población muchas veces superior a la actual".


Pero el alimento que se produce no se consume, en su mayor parte, en Bangladesh, pues no existe suficiente capacidad adquisitiva para la compra de alimentos por parte de la mayoría de la población. En lugar de ello, se exporta, sobre todo a los países de mayor nivel de renta, reproduciéndose así una economía basada no en el consumo y demanda interna, sino en el consumo externo y las exportaciones. Parecería que lo más lógico fuera que se creara tal demanda interna, redistribuyendo los recursos (incluyendo la tierra) para permitir el desarrollo de la capacidad adquisitiva de la gran mayoría de la población.


Ahora bien, la estructura de poder, monopolizada por los grandes agricultores, se opone a tales cambios redistributivos. Como bien señalaba el citado informe, "el Parlamento del supuestamente democrático sistema político (Bangladesh aparece en la tipología de países, preparada por el Departamento de Estado de EEUU, como una democracia) está controlado por los grandes agricultores. El 75% de los miembros del Parlamento tiene grandes extensiones de tierra, con lo cual las posibilidades de cambio son muy pequeñas". El sistema económico y político sostenido en parte por un Ejército y en parte por sistemas de información y persuasión (con conexiones con grupos mediáticos extranjeros), tiene escasas posibilidades de cambio. La Constitución del país, escrita por aquella estructura de poder, pone por escrito la imposibilidad de generar tal cambio. De ahí que la defensa de aquella estructura de poder se presenta como la defensa de la democracia.


Estas son las causas de la pobreza y del hambre y malnutrición en el mundo. Y cuando la población "pobre" se moviliza para cambiar esta situación, se la acusa de violar el orden democrático. El caso de Honduras es el más reciente, pero dudo que sea el último. Estas son las causas de la pobreza en el mundo, que raramente aparecen en los medios de persuasión.


Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University Ilustración de Mikel Casal

lunes, 16 de noviembre de 2009

ALTERNATIVA A LA CRISIS

Hoy, en la reunión de nuestra comunidad que ha tratado sobre el tema de la crisis, ha surgido una alternativa, o LA ALTERNATIVA, así, con mayúsculas, que se resume en el título del texto evangélico que nos comenta José Antonio Pagola:

DADLES VOSOTROS DE COMER



El hecho quedó muy grabado entre los seguidores de Jesús. Lo narran todos los evangelistas: en cierta ocasión, Jesús se preocupó de alimentar a una muchedumbre necesitada en un lugar despoblado. El relato ha sido muy trabajado teológicamente y ya no es posible reconstruir qué es lo que pudo suceder.

A algunos cristianos la escena les recordaba a Jesús alimentando al nuevo pueblo de Dios en medio del desierto. Para otros, era una invitación a dejarse alimentar por él en la eucaristía. Marcos, el evangelista más antiguo, parece estar pensando en una llamada a vivir de manera más responsable la solidaridad con los necesitados.

Según este evangelista, los discípulos se desentienden de aquella gente necesitada y le dicen a Jesús dos palabras que muestran su falta de solidaridad y su individualismo: «Despídelos», que se vayan a las aldeas, y «que se compren algo de comer». El hambre no es problema suyo. Que cada uno se procure su sustento.

Jesús les responde con unas palabras sorprendentes: «Dadles vosotros de comer». No hay que «despedir» a nadie en esas condiciones. Es el grupo de discípulos el que se tiene que preocupar de esta gente necesitada. La solución no está en el dinero sino en la solidaridad. Con dinero sólo comen los que lo tienen. Para que todos coman es necesario compartir lo que hay.

El grupo de discípulos reacciona. Un muchacho tiene «cinco panes de cebada y un par de peces». No es mucho, pero allí están a disposición de todos. Jesús pronuncia la «acción de gracias» a Dios y los pone en una nueva dimensión. Ya no pertenecen en exclusiva ni al muchacho ni a los discípulos. Son un regalo de Dios. Nadie tiene derecho a acapararlos mientras hay alguien pasando hambre.

¿Hay algo en el mundo más escandaloso y absurdo que el hambre y la miseria de tantos seres humanos? ¿Hay algo más injusto e inhumano que nuestra indiferencia? ¿Hay algo más contrario al evangelio que desentendernos de los que mueren de hambre?




José Antonio Pagola




jueves, 2 de julio de 2009

MÁS SOBRE VICENTE FERRER

Vicente Ferrer, un referente

No me extraña el silencio de la jerarquía, aunque me parece deshonesto.

Digo que no me extraña el silencio de la iglesia jerárquica porque no suele ser pródiga en elogios a quienes no la sirven directamente. Este tipo de iglesia, la del poder, tiene la idea de que en todo lo que atañe al ser humano ella es madre y maestra, es decir, tiene toda la verdad en si misma y no necesita recibir lecciones de fuera. Ella es la ortodoxia perfecta tanto en la teoría como en la práctica.

Desde aquí se explica su escaso interés por la ciencia y los nuevos saberes, por las nuevas tecnologías y cambios. Desde aquí se explica también su desinterés, cuando no su firme oposición y rechazo, a cuantos desde dentro han querido reformarla y abrirla a los nuevos aires de la modernidad y a las exigencias de la justicia en el mundo.

Pensemos en su rechazo a la reforma conciliar y a la Teología de la Liberación, su ninguneo a personas de relieve mundial como Monseñor Romero o los mártires de la UCA con Ignacio Ellacuría al frente, etcétera. Y, sin embargo, su acercamiento a todo lo que representa lo más retrógrado, fundamentalista y regeneracionista como los lefebvrianos, los movimientos más tradicionalistas como el Opus, los Legionarios, etcétera. El mismo despliegue que mostró con Teresa de Calcuta contrasta con el silencio clamoroso que mantiene ahora con Vicente Ferrer.

Y el silencio de la Compañía de Jesús, en cuanto institución, se entiende desde la misma lógica que el silencio jerárquico. Vicente Ferrer dejó la Compañía y ya no es jesuita, aunque haya seguido haciendo las mismas obras que hace gran parte de la misma Compañía en el Tercero y Cuarto Mundos.

Aunque no me extraña, por lo dicho, el silencio de la jerarquía católica española, sin embargo me parece deshonesto. Y me parece deshonesto porque cuando una práctica como la de Vicente Ferrer representa tan directamente lo más nuclear del Evangelio de Jesús, como es el cuidado de los pobres, la Iglesia católica debería ser honesta y reconocerla, si no como suya, al menos como socia en la misma causa.

Aunque viniera desde fuera (que en este caso tampoco es verdad), “los pobres son atendidos” que es lo que interesa. En casos como éste, todos los cristianos deberíamos tener presente la advertencia de Jesús a los apóstoles que querían impedir que se hicieran milagros sin pertenecer a su grupo: “No se lo impidáis, les dice, pues el que no está contra nosotros, está con nosotros”.

Yo apuesto por una sociedad, tan cuidadosa de todas las vidas, que no necesite de la caridad. Una sociedad que sea fruto de la igualdad y la justicia humanamente desplegadas. Pero reconozco que esto es una utopía. Y, en este sentido, creo que una sociedad como la nuestra, que necesita de mitos para llenar sus vacíos, -aunque, en la actual crisis resulten escandalosos, como los fichajes deportivos-, Vicente Ferrer, sin que nadie se lo apropie, puede y debe ser uno de los mejores referentes, sean creyentes o no, que visibilice la dedicación abnegada y desinteresada de tantas vidas dedicadas a los demás.

Evaristo Villar

Religión Digital

domingo, 28 de junio de 2009

EN MEMORIA DE VICENTE FERRER

Creo que es una enorme injusticia que ni la jerarquía católica ni la Compañía de Jesús hayan hecho el más mínimo comentario sobre la muerte de Vicente Ferrer. Por ello, y sin entrar en más detalles, como cristiano y como católico, intentaré remediar esta, a mi parecer, falta de caridad cristiana para con este gran hombre que entregó su vida al servicio del evangelio.

Toda la información que sigue sobre Vicente Ferrer está sacada de la web "Fé adulta" http://www.feadulta.com/

OBITUARIO / VICENTE FERRER

Un milagro bajo un paraguas

Aún recuerdo aquel tórrido mediodía de abril de 1988 cuando todos en Agraharam, un pueblo colindante con Anantapur, buscan desesperada-mente la mirada del hombre que camina bajo un paraguas. El termómetro supera los 50 grados pero todos sus habitantes están en la calle para ver de cerca al hombre que les ha devuelto la esperanza. Todos se arremolinan bajo ese paraguas negro y viejo para honrar a Vicente Ferrer, el hombre que tuvo un sueño. Le ponen collares de flores, le lavan los pies, le dan agua de coco, dulces, le dan las gracias, le quieren…

Le quieren desde que en 1969 llegó a Anantapur, en el estado indio de Andhra Pradesh, para enfrentarse a la pobreza absoluta, para ayudar a los que nunca recibieron ayuda, para decirles a los intocables, a los pobres de los pobres, que ellos también tenían derecho a vivir y a vivir con dignidad. Y lo hizo desde una pequeña casa que le dejó una organización protestante y en la que sólo había una mesa, una silla, una máquina de escribir y un mensaje en la pared: «Espera un milagro». Siempre recordaba esa frase y lo que pensó nada más leerla: que no había milagro que esperar, que había que salir a buscarlo, que era una locura pero que había que intentarlo.

La locura había empezado mucho antes. En las calles de Barcelona, primero; en el coro de su catedral, después; y finalmente en el frente del Ebro, durante la Guerra Civil española, donde luchó sin pegar un solo tiro en el bando republicano. En las calles de Barcelona, donde nació el 9 de abril de 1920, vio los primeros intocables de su vida; en la catedral empezó a conocer a Dios y en el frente del Ebro vio la luz que le llevó a la Compañía de Jesús. Después pasó una temporada en el campo de concentración de Betanzos antes de volver a Barcelona e irse a estudiar a un monasterio en las laderas del Moncayo. Y del Moncayo a la India.

El 13 de febrero de 1952 atracó en Bombay, atravesó la Puerta de la India y pisó por primera vez su nueva patria. «Mi nueva tierra de promisión», pensó. Sus primeros años en Mammadh, pequeña localidad al norte de la gran urbe, le supuso un auténtico descenso a los infiernos. Supo entonces que tenía que pasar a la acción, que él no había llegado allí para orar, ver y callar.

Empezó construyendo con sus manos un pequeño hospital, luego un colegio, después un pozo tras otro hasta que finalmente se puso a repartir trigo con un carro tirado por un par de bueyes.

«Nunca les hablaba de Dios, había otras prioridades», se decía y se repetía que él no había llegado hasta allí para elevar las estadísticas de bautizos.

Sus métodos empezaron a no gustar. Ni a la Compañía de Jesús ni a las autoridades locales que le veían demasiado poderoso. Estos le quisieron echar y aquellos reconducir. Pero él siguió su camino y la orden de expulsión no tardó en llegar. Fue el 27 de abril de 1968. Durante el siguiente año, mientras la burocracia iba retrasando su salida del país, cientos de miles de personas de todo el estado de Maharastra se manifestaban periódicamente en Bombay contra la salida de father Ferrer.

Fue propuesto para el Nobel de la Paz. La revista Life le sacó en portada como el santo desconocido. Al final, Indira Ganhi, presidenta del país, dijo la última palabra: «El padre Ferrer marchará al extranjero para pasar unas cortas vacaciones pero será bienvenido a su vuelta».

Quisieron convertir la victoria en derrota. La Compañía quiso atarle corto y los políticos le prohibieron volver a Maharastra. Aquellos quisieron que se dedicara exclusivamente a la enseñanza y de estos sólo el gobernador de Andhra Pradesh, una de las zonas más paupérrimas de la India, le permitió quedarse en su estado.

Y allí se fue, en 1969. Y con él, Anna Perry, una periodista inglesa de 22 años, 26 menos que él, que era la encargada de cubrir las manifestaciones de Bombay a favor de Vicente. Se conocieron el 27 de julio de 1968 («Recuerdo muy bien esa fecha» -me dice Anna- «porque estaba convencida de que ya nunca me iba a separar de él») y se casaron el 4 de abril de 1970, poco antes de que la Compañía de Jesús lo expulsara.

Fue entonces cuando Vicente Ferrer y Anna salieron a buscar ese milagro que le gritaba desde la pared de aquella humilde casa donde empezó a hacerse realidad su sueño. En 1969 habían creado RDT (Rural Development Trust o Consorcio para el Desarrollo Rural) el instrumento con el que se puso en marcha la mayor transformación que se recuerda en un estado indio a manos de una organización no gubernamental… y en 1996 vio la luz la Fundación Vicente Ferrer (FVF) y con ella un programa de apadrinamiento de niños que a día de hoy supera ya los 135.000.

Y este milagro tiene otras cifras:
  • Más de 2,5 millones de personas de 1.874 pueblos del distrito de Anantapur se benefician de los proyectos de RDT y la FVF.
  • A lo largo de estos años se han construido 39.000 viviendas.
  • Además, se han construido tres hospitales generales, un centro de planificación familiar, un centro para enfermos terminales de sida y 14 clínicas rurales que funcionan a pleno rendimiento.
  • Han levantado 1.696 escuelas y centros educativos y 120 bibliotecas que educan a 158.000 alumnos de primaria y secundaria.
  • Y luego están los centros especiales para invidentes, sordos, discapacitados psíquicos; un total de 1.300 shangams acogen a 15.600 personas con distintas discapacidades, que cuentan además con 18 escuelas residenciales.
  • También han sacado agua de donde no había: miles de pozos afloran por todo el distrito y casi 2.300 embalses de distintos tamaños consiguen dos y hasta tres cosechas por año gracias a los casi tres millones de árboles frutales plantados.
  • Además, más de 70.000 mujeres se han unido en más de 4.000 asociaciones para que puedan participar en cualquier aspecto de su vida o de la vida de su comunidad con los mismos derechos del hombre. Todo esto después de que en 1982 se pusiera en marcha un ambicioso plan de control de la natalidad que ha contribuido de manera significativa a mejorar el nivel y la calidad de vida de miles de mujeres.
Se podría seguir hablando de todo lo que ha cambiado la vida de los más desfavorecidos del distrito de Anantapur desde que llegó Vicente Ferrer. Pero los números no alcanzarían a dibujar realmente la labor realizada. Vicente no sólo les dio la oportunidad de vivir dignamente… No, Vicente Ferrer les dio mucho más, les dio la oportunidad de ser, les ofreció la esperanza que nunca tuvieron.

Me viene a la memoria más que nunca la cena que disfrutamos el pasado 26 de enero en Anantapur. Sentados en su comedor, devorando una tortilla de patatas con Anna y Begoña, Vicente nos contaba todo lo que todavía le quedaba por hacer. Que ese milagro que le gritaba desde aquella pared todavía era una utopía: que hacían falta más hospitales, más colegios, más agua, más trabajo. Y nos lo decía como si el futuro fuera suyo, como si le sobrara tiempo para seguir haciendo realidad cada día el milagro del pan y los peces.

Estos milagros le hicieron merecedor de un sinfín de galardones: desde el Príncipe de Asturias de la Concordia 1998 a la reciente concesión de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil. Pero no son estos galardones los que más feliz le hicieron, no, él buscó siempre la sonrisa de cualquier niño.

El pasado 20 de marzo sufrió una embolia cerebral de la que ya no ha podido recuperarse. Si en algún momento desde entonces le ha vuelto la lucidez seguro que ha reflexionado y ha llegado a la conclusión de que lo dejaba todo en buenas manos: en las de Anna y en las de Moncho, el segundo de sus tres hijos, el sucesor, el que sigue sus pasos; sin olvidarse de sus hijas Tara y Yamuna, de sus seis nietos y de los millones de personas en todo el mundo que nunca permitirán que se extinga ni su memoria ni su obra.

Aún recuerdo aquella entrevista que le hice en 1998, allí en la India, cuando me dijo que ya había elegido el lugar donde descansaría cuando se fuera. Está, me dijo, en la ladera de una de las montañas que rodean Anantapur. No quería que se convirtiera en lugar de peregrinaje pero sí que cuando las gentes pasaran por su lado pudieran decir: «Allí está Vicente». Y será verdad porque Vicente Ferrer, el hombre que tuvo un sueño, nunca se irá de Anantapur. Permanecerá allí, siempre terco, inagotable e indeleble en la ladera de esa montaña, hasta que averigüe por sí mismo que el milagro era él.

Fernando Baeta
El Mundo 19/06/09

Vicente Ferrer, creador de la ONG Consorcio para el Desarrollo Rural de la India y de la fundación que lleva su nombre, nació el 9 de abril de 1920 en Barcelona y murió ayer en Anantapur (India).

Entró en el noviciado de la Compañía de Jesús, en octubre de 1944, cuando tenía ya 25 años. Después de estudiar humanidades, marchó con otros compañeros a Bombay, para completar su formación en filosofía y teología, y aprender las lenguas que le permitirían desarrollar su apostolado en India.

Visita la web de la Fundación Vicente Ferrer
http://www.fundacionvicenteferrer.org/esp/home.php

Principios que rigen el universo presente:
1- Nada existe sin significado.
2- Nada existe sin razón de ser.
3- Nada existe sin ser parte del Todo.
4- Nada existe sin un cuerpo.
5- Nada existe sin su propia libertad.
6- Nada existe sin VIDA.
7- Nada se escapa de la Vida.

Vicente Ferrer







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jueves, 28 de mayo de 2009

¿DÓNDE ESTÁ EL DINERO?

¿Dónde está el dinero?
Hace unos meses nos sentíamos un país rico y poderoso. España era la séptima u octava potencia económica mundial. El dinero fluía por todas partes y el consumo iba viento en popa. Pensábamos que ya éramos parte de la Europa rica. Incluso hubo un tiempo en que nos sentíamos tan ricos y potentes como los norteamericanos, a quienes podíamos ayudar en una guerra absurda y lejana. De repente, no sabemos cómo, nos encontramos inmersos en una crisis económica global. De la noche a la mañana quiebran bancos y empresas y el dinero desaparece. Sólo podemos contar con nuestro salario, otros muchos lo pierden, y una sensación de zozobra e inquietud recorre el mundo. En esta coyuntura, las empresas comienzan con restricciones, reestructuraciones y cierres. En España más de tres millones y medio de personas van al paro. ¿Cómo pueden cambiar tanto las sociedades de países desarrollados en tan poco tiempo? Todos sabemos que el dinero que antes corría como un río caudaloso, ni se ha quemado, ni se ha roto. Ha desaparecido de la circulación por miedo, con el objetivo que siempre tiene el dinero: multiplicarse y producir beneficios. Sólo reaparecerá cuando haya seguridad de obtener réditos cuantiosos y comprar bienes y servicios a bajo precio, y si el panorama no gusta vuelta a desaparecer. Para estos especuladores, la crisis es momento de acaparar aprovechándose a precio de saldo del trabajo de muchos que, por este terremoto económico, se ven arruinados.
En los últimos 20 años nuestro sistema económico ha cambiado el valor del trabajo por el valor del dinero. El predominio del capital financiero, tan necesario para crear empresas, se ha globalizado y ya no puede ser controlado por los gobiernos. Esto hace que los movimientos de nuestra economía sean incontrolables e impredecibles entre los periodos de vacas flacas y gordas.
Ante este sombrío panorama tenemos que levantar la enseña de la esperanza y la solidaridad. Mientras llega la recuperación hay que defender a los más afectados, garantizándoles una renta básica y los derechos de salud y educación. Determinadas medidas del Gobierno de la Nación y de nuestro Gobierno Regional han sido acertadas. Tal es el caso de las ayuda de 420 euros a los parados que, habiendo cotizado 180 días, ya no perciben subsidio y carece de otros ingresos familiares.
Garantizar hoy los derechos humanos básicos de alimentación, agua, luz, educación, salud, etc., supone un autentico reto. Para ello tiene que volver a circular el dinero, de una u otra forma tiene que ser compartido. Dejarlo dormido en las bóvedas de algún banco generando intereses, es un pecado social que genera más sufrimiento y muerte que otros temas que diariamente están en los medios de comunicación. Unas 500 empresas transnacionales controlan más del 60% de la riqueza mundial y dan empleo al 5% de la población. Algunas de ellas tienen presupuestos que superan la riqueza de más de la mitad de los países. El dinero, o cumple una función social o genera una injusta acumulación a costa de la pobreza de otros, de su inseguridad y sus sufrimientos.
Hay otras formas de vivir. Los Hechos de los Apóstoles describen el modo de organización a la que debiéramos aspirar todas las personas, todos los grupos sociales: vivían como hermanos/as, tenían un solo corazón y una sola alma, no tenían nada propio, ya que todo era comunitario; vendían sus propiedades, el dinero lo ponían en común y cada uno recibía según su necesidad; vivían con alegría y sencillez. Ésta es la utopía del reino de Dios ofrecida a toda la humanidad que, por cierto, los cristianos practicamos poco. Sin embargo, muchos grupos están tejiendo una red social en base a esta ética que, antes o después, dará sus frutos de múltiples formas sociales. El apoyo entre los miembros de una misma familia está siendo fundamental en estos momentos críticos y supone una señal de que otra forma de vivir el dinero es posible.
Todo tiene un límite, y la cuerda de la desigualdad tiene un poder limitado de resistencia. Tanta injusticia está rompiendo la convivencia y los pueblos empobrecidos, de una u otra forma, se rebelan en contra de que unos pocos tengan tanto y otros carezcan de lo básico. Por ello, aunque muchos piensen que hablar de una ética de solidaridad y comunión de bienes es una utopía, sólo la desaparición de la codicia, el fomento de la solidaridad, el ejercicio de la generosidad, la audacia para transformar el sistema económico imperante en otro que erradique la pobreza en el mundo, pueden llevarnos a una sociedad de felicidad y paz.

Juan Ramírez Puche, en nombre de las Comunidades Cristianas de Base de Murcia


martes, 7 de abril de 2009

LA COFRADÍA DEL CRISTO ANTISISTEMA

Ventana abierta
LA COFRADÍA DEL CRISTO ANTISISTEMA





Los líderes del sistema están haciendo esfuerzos titánicos por sacarnos de la crisis en la que el mismo sistema nos ha metido. Para ello, por lo visto, lo que quieren es mejorar el sistema, a ver si puede funcionar de forma que la codicia de los gestores del propio sistema esté mejor controlada.



Tarea en la que, según parece, no acaban de ponerse de acuerdo. Obama, por un lado, Sarkozy y la Merkel, por otro, en definitiva son portavoces de potencias que concentran bastante codicia. Y es claro, no debe ser fácil que los representantes de las grandes potencias codiciosas, por más “gente de orden” que sean, puedan ponerle remedio a la codicia.



Se pueden discutir los medios que unos y otros quieren poner para resolver la crisis. Lo que nadie puede discutir es la buena voluntad que a todos se les presupone. Pero ocurre que el problema no está en la buena o mala voluntad que cada cual pueda poner para salir de la crisis del sistema. El problema está en el sistema mismo. Pero ahí es donde no se quiere tocar.



La reunión del G 20 ha coincidido con las vísperas de la Semana Santa. Y mucha gente, en estos días, reaviva los rescoldos de sus creencias religiosas. El hecho es que las numerosas cofradías preparan sus estaciones de penitencia con el esplendor y la devoción que inspira el recuerdo de la pasión y muerte del Señor. Yo siento un profundo respeto por tales manifestaciones de religiosidad. Como lo siento cuando veo a los musulmanes rezar en sus mezquitas o en la vía pública o a cualquier persona religiosa expresando públicamente sus creencias.



Con todo, volviendo a la Semana Santa de los cristianos, el problema que yo veo es que, si la muerte de Cristo se recordara públicamente como en realidad ocurrió, la Semana Santa tendría que celebrarse de otra manera. No sé si estoy pidiendo un imposible. Pero, ¿por qué no intentarlo?



Jesús no fue paseado por las calles de Jerusalén bajo un palio de oro y brocados, con flores y luces, con el orden de un desfile solemne, al son de trompetas y bandas de música. Yo sé que, al decir estas cosas, resulta fácil manejar el latiguillo de la demagogia.



Pero, si he comenzado recordando la crisis y la reunión de los líderes del G 20, es porque me parece que, lo mismo en el caso de las reuniones de los líderes políticos, que en los pasos de nuestras hermosas cofradías, sin darnos cuenta, nos quedamos siempre en la superficie de problemas mucho más graves que nunca nos atrevemos a afrontar.



Todos hemos visto que en Londres, cuando los “hombres de orden”, estaban discutiendo cómo salvarnos de la crisis, por las calles, los antisistema, “gentes de desorden”, causaban violencias y destrozos, movidos por la rabia de quienes (muchos de ellos, al menos) gritaban y se exponían a la represión de las “fuerzas del orden”, clamando por un sistema distinto, en el que haya menos ostentación y más verdad.



Por eso estoy aquí apelando a recordar la pasión y la muerte de Jesús de manera distinta a como la recordamos. Se trataría de recordar aquello como realmente ocurrió. Y es que, en realidad, lo que allí pasó es que a Jesús lo condenaron los “hombres de orden” y lo apalearon las “fuerzas del orden” hasta acabar con él.



No se trata, por supuesto, de equiparar a Obama con Poncio Pilatos. El problema está en que, a fin de cuentas, la religión es también parte y componente del sistema (¿por qué Zapatero tolera las agresiones clericales que le hacen?). Por eso, porque la religión ha sido siempre parte del sistema, en la pasión y muerte de Jesús, “hombres de orden” fueron lo mismo los hombres de la política que los de la religión.



Porque también entonces, Jesús fue “hombre de desorden”, un antisistema, seguramente bastante más peligroso para el sistema que los ácratas, los antiviolencia, los verdes y todos los antisistema que ahora se echan a la calle cuando el G 8 o el G 20 se reúnen para ver cómo organizan el mundo para seguir ellos arriba y los demás abajo, sobre todo los que están más abajo, los “nadies”, los que ya no pueden ni ir a protestar a Londres porque sólo les queda la resignación.



La clave de la Semana Santa está en comprender que una cosa es lo que pasó en Jerusalén el día que mataron a Jesús. Y otra cosa son las interpretaciones religiosas que se le han dado a lo que allí ocurrió. La ejecución de un hombre peligroso (como lo fue Jesús) no era, ni podía ser, un acto religioso.



La carta a los Hebreos dice que Jesús “padeció fuera de la puerta” (Heb 13, 12). Era la puerta de la ciudad santa, Jerusalén. Murió fuera del Templo, fuera del lugar sagrado. Jesús vivió como un laico y murió en la laicidad, perseguido y despreciado por la religión, maldecido por la religión, porque era un “maldito de Dios todo el que colgaba de un madero” (Deut 21, 23; Gal 3, 13).



La enorme dificultad que nosotros tenemos ahora para caer en la cuenta de lo que representa la Semana Santa es que de nuevo hemos metido a Jesús dentro de la puerta, lo hemos puesto en el lugar santo, lo hemos colocado sobre el altar. Y así, la cruz es objeto de piedad y devoción, es respeto, santidad y orden, sobre todo orden. De forma que ante una cruz juran su cargo hombres que con su poder (político, militar, religioso…) no dudan en causar enormes sufrimientos o se hacen cómplices de ellos.



Es el escándalo en toda regla. Sobre todo, cuando al Crucificado lo representan hombres revestidos de oro y púrpura, desde tronos o poltronas de mando. Y en nombre del orden que exige el sistema organizan las cosas de forma que hay miles de niños que cada día se mueren de hambre y enfermos que pierden toda esperanza de seguir con vida.



Por eso he dicho - y seguiré diciendo - que necesitamos, ahora más que nunca, la Cofradía del Cristo antisistema. Que no es inventar nada, sino sencillamente recuperar la “memoria subversiva” que es, como decían los antiguos, “el signo distintivo de la libertad”.



José M. Castillo








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