martes, 1 de enero de 2008

Otra Navidad es posible y necesaria

TIEMPO DE NAVIDAD

Otra Navidad es posible y necesaria.
La Verdad
29.12.07
ALFONSO HERNÁNDEZ MARTÍN


El ejemplo más claro de cómo se puede tergiversar la historia lo tenemos en la Navidad. Celebramos el nacimiento de Jesús y la Navidad llega a nuestros corazones despertando sentimientos de cercanía y de amor por los demás. Pero si todo se queda en sentimientos, la Navidad cristiana se empobrece y pierde su auténtico sentido.

«Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Un niño que nada tiene, porque ni en la posada ha encontrado sitio para nacer. Jesús nació en la miseria, en un sucio y maloliente establo, sin ningún tipo de asistencia ni de higiene; pobre entre los pobres, marginado entre los marginados, rechazado antes de nacer (no le dan posada a sus padres), perseguido también antes de nacer (persecución de Herodes).

En nuestro mundo viven millones de personas como aquel niño, y nosotros celebramos el recuerdo de su nacimiento derrochando lo que a otros les falta para su subsistencia. Tiramos montañas de alimentos, nos hacemos innumerables regalos innecesarios y gastamos sin medida en juguetes que pronto estarán en un rincón o en un vertedero. Trabajamos para consumir, gastamos más de lo que podemos en un consumo irresponsable y trabajamos más para poder pagar el exceso de consumo; al final todo es una cadena sin fin, hemos entrado en un laberinto sin salida. La vorágine del consumo nos arrastra y la Navidad significa socialmente consumir de forma desaforada.

En un mundo donde las desigualdades entre países pobres y ricos se incrementan en lugar de reducirse, donde hay numerosos países que sufren de hambruna y más de 30.000 personas mueren diariamente de hambre o por causas asociadas al hambre, seguimos, por ejemplo, derrochando energía con las macro instalaciones de alumbrado navideño, un despilfarro económico que, además, va en contra del acuerdo alcanzado por la comunidad internacional en relación con los problemas del calentamiento global del planeta y con el cambio climático. Por todo ello es una insensatez colaborar con esta alocada carrera de consumo ostentoso y superfluo bajo la coartada del nacimiento de Jesús. Otra Navidad más austera, más solidaria, más cristiana tiene que ser necesariamente posible.

Relacionar la venida de Jesucristo a la Tierra con este consumismo vacío y alienante es una afrenta para los que nada tienen y, cuando menos, una tremenda tergiversación del verdadero sentido de la Navidad. Recordemos que los primeros que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús fueron los pastores, una clase social de las más humildes de la época. Este hecho, que recordamos como un acontecimiento bucólico, es determinante para entender el mesianismo de Jesús: una opción preferencial por los pobres, por los que sufren. Hay un pasaje del evangelio que pone claramente de manifiesto esta gran novedad que trajo Jesús: cuando Juan el Bautista, desde la cárcel, manda unos emisarios a Jesús para preguntarle si era él el que tenía que venir o tenían que esperar a otro, Jesús responde «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el evangelio. ¿Y dichoso el que no se escandalice de mí! (Mt 11, 2-11). El signo de que el Reino de Dios ha llegado es que la salvación ha llegado a los pobres, término que engloba a los desesperanzados, a los desheredados de la Tierra. Si Jesús naciese hoy entre nosotros, los privilegiados en conocer la primicia de este acontecimiento podrían ser perfectamente los inmigrantes que deambulan por nuestras calles, duermen a la intemperie y no tienen qué comer.

La sensación agridulce que muchos cristianos padecen en estas fechas cuando experimentan la contradicción entre lo que saben que celebran y la forma de celebrarlo hace necesario que los cristianos tomemos parte y aclaremos qué es lo que queremos conmemorar. ¿Qué celebramos en Navidad los cristianos? Celebramos que Dios, todo poderoso en el amor, el infinito, el Dios invisible, se ha encarnado, se ha hecho uno como nosotros en la persona de Jesús de Nazaret, y lo ha hecho por amor, porque nos tiene en sus sueños, en su proyecto para la humanidad. Además, lo ha hecho en una muchacha pobre de una aldea perdida en los suburbios del Imperio ¿nos planteamos por qué los primeros en verlo han sido los desterrados, los excluidos y los que nada cuentan? La razón es que nace preferentemente para ellos, para los que nada tienen. Y esto es necesario gritarlo bien alto, porque si la marea de turrones, langostinos y consumo desmedido de estos días desvirtúa este mensaje que Jesús nos trae habremos eliminado toda la esperanza que para nosotros representa el Jesús niño.

Todos los tiempos litúrgicos son una llamada a la conversión, a la apertura, a la escucha, al seguimiento, a la austeridad, a la justicia y a la solidaridad. Disfrutemos de los sentimientos que nos despierta la Navidad, sin olvidar que tiene vocación de permanencia, que no es fiesta de un solo día.

Es verdadera Navidad si sabemos perdonar; si vivimos la esperanza cristiana; si amamos sin esperar nada a cambio, especialmente al más necesitado; si trabajamos por la justicia entre los hombres para que no haya excluidos de los bienes de la Tierra; si tenemos deseo de vivir y comunicarnos con los demás; si los sufrimientos los asumimos con amor y esperanza; si somos perseguidos por causa de la fidelidad al evangelio; si nos alegramos de ser hijos de Dios.

Alfonso Hernández Martín es funcionario y escribe en representación de las Comunidades Cristianas de Base de la Región de Murcia.


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