Como decía, este fue el principal motivo que llevó a la comunidad de Los Almendros a tratar el tema de la muerte, con la aportación del texto que acompaño y que nos facilitó nuestra hermana Amelia, miembro de nuestra comunidad.
Esperamos que pueda servir de motivo de reflexión para todos los que la lean.
Alfonso, en nombre de la Comunidad de los Almendros.
LA MUERTE
Hay veces que, aunque nos cueste, nos tenemos que enfrentar con la realidad de la muerte.
Los creyentes creemos que la muerte no es un final, sino el paso a la plenitud y la fructificación de la propia existencia. Sin embargo, ¿acaso la muerte no es la negación esencial de la vida y un fracaso del amor y la fuerza de Dios?
Dios ve las cosas de modo distinto a nosotros. Lo que para nosotros es una ruptura violenta, una mutilación y un final desgarrador, no es así para Dios. Cuando el ser humano muere se caen los velos que ocultan
La muerte es la puerta que coloca al ser humano delante de Dios, cara a cara y, al realizarse este hecho, la persona siente que ha despertado a la verdadera vida. Todo lo que es limitado y mortal, se acaba y comienza la plenitud de la vida.
Ahora, muchas cosas nos agobian, limitan y nos hacen sufrir. Realizamos muchas cosas, pero muchas veces ni nos damos cuenta; los acontecimientos resbalan sobre nuestro ser. Estamos vivos solamente a ratos, a medias.
Con la muerte, todo será elevado a su más alto nivel de conciencia. Todo lo marchito, limitado e insensible se ensanchará y “respirará” a pleno pulmón.
Se dice que a los muertos les acompañan sus obras: desde el golpe de martillo del obrero, hasta la más elevada creación del espíritu humano. todo, en la vida eterna, alcanzará su plenitud.
Aquel día, cuando nos encontremos frente a Dios, se nos revelará y se nos manifestará con claridad el “esplendor de los hijos de Dios”.
Mientras tanto, esta es nuestra fe y nuestra esperanza.